Por Teodoro Rentería Arróyave
Para martes 21 de junio de 2022
Nunca es tarde para felicitar a mis pares, los padres que saben cumplir con sus deberes de progenitores, los domingos no se publica esta entrega y por ello esta referencia. Y también un recuerdo a todos los que moran en el éter eterno después de haber cumplido con esa alta misión de la paternidad.
Colombia, el país desde siempre gobernado por las oligarquías rupestres, explotadoras y despiadadas cuyo ícono del mal es el sátrapa Álvaro Uribe -2002-2010-, por primera vez en su histórico peregrinar gira a la izquierda.
Gustavo Francisco Petro Urrego y Francia Elena Márquez Mina, activista ambiental y líder afrodescendiente, que formaron la fórmula triunfadora bajo el cobijo del “Pacto Histórico”, encabezaron como presidente y vicepresidenta, respectivamente, el futuro gobierno de avanzada.
En efecto, Colombia se suma a los gobiernos de izquierda del continente y del mundo. Todo tiene una explicación y un porqué del comportamiento de los pueblos.
El dominio de las oligarquías no puede ser para siempre, no debe ser para la eternidad, aunque lo crean estos iluminados de la mendacidad.
La explicación es sencilla en palabras, pero brutal en los acontecimientos que dieron lugar al gran cambio, sobre todo con los gobiernos de Uribe y de su súbdito y discípulo Ivan Duque 2018-2022, quienes agotaron el sistema opresivo que impusieron.
Fueron dos factores los que generaron el cambio histórico en Colombia: Los abusos del poder de la derecha aberrante que provocó toda clase de protestas y las correspondientes persecuciones, amenazas y vejaciones por parte de la autoridad envilecida.
Fueron décadas insufribles, durante la cual, como afirma la plataforma: Periodistas en Español, la lucha electoral en Colombia estuvo marcada por la posición de los políticos con relación al conflicto armado interno, entre guerrillas izquierdistas, las fuerzas del Estado, los paramilitares y la ayuda millonaria y de armamentos del exterior imperial.
El primer escalón se logró con el Acuerdo de Paz firmado en 2016, con la mediación de Cuba entre otras naciones, que precipitó las demandas sociales largamente postergadas, a ello hay que agregarles los dos estallidos sociales, con manifestaciones callejeras que se prolongaron por meses en algunas ciudades; centenares de asesinatos de exguerrilleros y activistas sociales, y la pandemia de la COVID-19, contribuyó todo a agudizar las desigualdades y la pobreza.
En ese clima adquirieron visibilidad regiones y sectores de población marginados por el centralismo, como las comunidades indígenas, los afrodescendientes, mujeres trabajadoras en las provincias de la periferia, y expresiones de los jóvenes hastiados de la clase política responsabilizada de la corrupción.
Petro hizo una campaña de conciliación, llamó a la unidad, se esforzó por mostrar que el suyo es un proyecto de altura y no uno de saldar cuentas con el pasado reciente.
“Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos, sino porque necesitamos acabar con el feudalismo y el esclavismo de nuestros señores feudales, y lo vamos a hacer desde el pluralismo económico”, dijo en su reiterado discurso.
Además, prometió: “se impone que Colombia trate de salvar la Amazonia, y podemos proponer un diálogo entre Estados Unidos, gran emisor de gases de efecto invernadero, y nosotros, que tenemos la esponja para absorber esos gases”.
Tomó vigencia su propuesta de “descarbonizar la economía de Colombia”, con el desmontaje, en unos quince años, de la industria del petróleo, el carbón y el gas, todo un desafío porque se trata del principal rubro de exportación y la mayor fuente de ingresos del Estado colombiano.
La oferta por el contrario de Petro es activar una reforma agraria, que respetaría la propiedad privada desincentivando el latifundio con impuestos a la propiedad rural que se considere indebidamente utilizada. En Colombia el 52 por ciento de las tierras está en manos de 1,5 por ciento de la población, según el Centro de Memoria Histórica.
Petro ganó, con 11 millones 281 mil 13 sufragios -50,44 por ciento-, la más alta votación lograda por político alguno en Colombia, pero al cabo de una larga y muy polarizada campaña, que llevó a la otra casi mitad del electorado, 10.580.412 votantes -47,31 por ciento-, a respaldar la opción del empresario populista Rodolfo Hernández, un outsider, -competidor desconocido de la política-.
Petro es un hombre de izquierda que no tiende a las venganzas inútiles y Francia Márquez será la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de ese hermoso país sudamericano. COLOMBIA SE SUMA A LOS GOBIERNOS DE IZQUIERDA.