Por Teodoro Rentería Arróyave
Después de una lucha social de más de tres décadas, la República de Chile le dará el adiós postrero a Pinochet, al pinochetismo y al criminal neoliberalismo, tal acontecimiento es detallado magistralmente por el filósofo y analista político Emir Sader en su artículo divulgado por la prestigiada Agencia Latinoamericana de Información, ALAI, en la que tenemos el orgullo de colaborar.
Chile será un país nuevo, después de una nueva Constitución, que sigue los lineamientos del presidente mártir Salvador Allende: “Que el pueblo entienda que no es de arriba, sino desde las raíces, de donde debe nacer la Carta Fundamental”, consigna el autor al igual que otros colegas latinoamericanos.
En efecto, estamos en los prolegómenos de que Chile y los chilenos tengan una nueva Constitución surgida desde las mismas bases, como consecuencia de la derrota sufrida en las urnas por la derecha y la centro derecha.
“Fue un proceso largo”, describe Sader, “desde el fin de la dictadura de Pinochet hasta estas elecciones. Fue una transición larga, que restauró la democracia política en Chile, pero mantuvo la constitución impuesta en plena condición de estado de sitio por Pinochet, aunque fue modificada en varios aspectos- y la política económica neoliberal”.
Nos precisa que “la coalición entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana es la responsable de esta larga transición, iniciada en 1990 y completada ahora, más de treinta años después. Hasta que, en 2019, una serie de manifestaciones populares nunca vistas en Chile, iniciadas con protesta por el aumento de los boletos del metro, sacudieron la aparente tranquilidad de la vida chilena.
Iniciado con esta demanda, el movimiento popular terminó convocando a una consulta que aprobó la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con paridad de género y representación de los pueblos indígenas. Ya han sido elegidos los 155 parlamentarios que redactarán la nueva Constitución chilena, que será sometida a referéndum de población en el primer semestre de 2022”.
Los resultados, comenta, estuvieron a la altura del terremoto de las movilizaciones de 2019, que solo se detuvieron con la llegada de la pandemia. Primer resultado: derrota de la derecha. El frente que reunió a todos los partidos de derecha obtuvo menos de 1/3 de los votos, el peor voto de la historia. Un resultado consistente con menos del 10 por ciento de apoyo del presidente Sebastián Piñera, también derrotado al igual que la derecha chilena.
“La gran novedad producto directo de aquellas grandes manifestaciones, fue el voto tanto de la nueva izquierda, expresada en partidos y nuevos frentes de partidos -el Frente Amplio, considerado el gran vencedor-, como el voto del Partido Comunista y, principalmente, el voto de los independientes, que pudieron lanzarse como candidatos individuales”.
En cualquier caso, augura, “por primera vez, Chile puede tener un presidente que no sea ni de derecha ni de centro izquierda. En estas dos últimas posibilidades, muy probablemente en el caso del centro izquierda y ciertamente en el caso de la nueva izquierda, el nuevo gobierno chileno se sumará al grupo de gobiernos anti-neoliberales y progresistas de América Latina, que hoy incluye a México, Argentina, Bolivia y puede contar, a partir del próximo año, también con Brasil”.
“En total las fuerzas progresistas tendrán alrededor del 70 por ciento de los representantes de la Asamblea Constituyente”. Y remata: Finalmente, Chile podrá deshacerse de la vieja constitución pinochetista y del modelo económico neoliberal. El fantasma de Pinochet será exorcizado por completo”.
En cierta forma Emir Sader había predicho estos cambios, en una entrevista realizada el 3 de junio de 2004 por Tania Rodríguez y Mariano Andrade, con motivo del seminario “América Latina en Movimiento”, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, cuando abordó las posibilidades de que un conocimiento crítico, abriría la “lucha por la hegemonía” en el actual momento histórico-cultural. En este sentido, examinó los alcances de los proyectos alternativos en educación y los impactos y responsabilidades que conlleva hacer ciencia social en la presente coyuntura.